EL DÍA QUE TODO CAMBIÓ
Nuestro proyecto pretende dar visibilidad a la diabetes tipo 1 y sus necesidades. El proyecto abarca un libro de testimonios en primera persona sobre la diabetes tipo 1, (pacientes, familiares, amigos, profesionales); un foro: http://www.tuvidacondiabetes.es/ ; este blog; charlas informativas, y un documental que pronto compartiremos con todos los lectores. Gracias por estar aquí y compartir esta dulce experiencia.
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viernes, 2 de diciembre de 2016
Los otros
Intento buscar el rostro de mi hijo durante aquel tiempo... y casi no puedo reconocerlo. Aparece entre brumas. Imagino que yo seguiría haciendo con él lo que llevaba haciendo desde el principio de su niñez: bañarlo, vestirlo, darle de comer... porque tenía solo cuatro años... pero su imagen se pierde entre los grandes acontecimientos que nos ocurrieron relacionados con su hermana, desde el día en el que ella debutó con diabetes. Por más que intento buscar a mi hijo en esos días, no le veo. Solo aparece el rostro de la niña, y mis ojos, por lo que se ve, puestos en ella...
Algunas veces, he sentido pena por ser aquella madre ausente para el otro hijo, el hijo sin diabetes. No por las ausencias físicas, que apenas lo han sido, sino porque, probablemente durante un tiempo anduve perdida y abducida por la gran palabra que ocupaba mi mente y nuestra vida entera: Diabetes.
Es cierto que el amor por los dos hijos es inmenso, pero la atención no podía ser igual, por mucho que yo quisiera que lo fuera. Las excursiones, los cumpleaños, las fiestas, conllevaban con mi hijo las preocupaciones habituales: "No pierdas las cosas, cómete el bocadillo, no te sientes muy atrás que te vas a marear en el autobús", pero las preocupaciones con ella eran diferentes: un teléfono pegado a mi oreja como un apéndice surgido de repente, prolongando mi cuerpo...
Las primeras salidas de mi hijo con amigos, pasaron desapercibidas ante la angustia que pasé con las primeras salidas de ella. Con él podía mirar el reloj, sí, pero con un sentimiento de normalidad desconocido hasta entonces. "¿Ah, osea, que esto es lo que siente la gente normalmente cuando un hijo empieza a salir por las noches... ?"
Las primeras salidas nocturnas de ella, las que se prolongaban durante horas hasta la madrugada pues... me nació un pez de hielo en el pecho con aristas cortantes... yo salía de la cama, entraba, encendía el móvil, miraba los mensajes, me acercaba a la ventana ( aún no he descubierto qué trataba de ver a través de la ventana, pero miraba). Al fin, un mensaje. Sí, que todo va bien. ¿Pero y si la llamo por teléfono? Porque así la escucho y me quedo más tranquila... Vale, llamo, vale y... que soy una pesada, que soy increíblemente pesada, extremadamente absurda con mis llamadas que la avergüenzan delante de todos. Cuelgo. Y vuelve el pez de hielo.
Ahora, mi hijo contesta al mensaje, está bien, me quedo tranquila. Miro el reloj, sí, probablemente regrese en una hora. Regresa... todo va bien. O no, pero el pez de hielo no vive dentro de mi pecho...
¿He perdido a mi hijo, el que no tiene diabetes, entre las sombras? No, no hay nada de eso. Él aprendió la dinámica de su hogar. Un hogar diferente. Todo ha sido natural, parte de nuestra vida, como el resto de los hábitos que conforman cualquier hogar con sus peculiaridades.
Ahora, va pasando el tiempo... aún hay un pececito de inquietud nadando en mi interior, nervioso, desasosegado, a veces. Pero ya no hay ese increíble pez de hielo que vivía dentro de mí moridéndome el pecho a dentelladas de miedo. Tampoco ninguna sombra que tape la esencia de mis hijos. Ambos ocupan cada uno su lugar. Los dos, dentro de mi corazón... y la diabetes donde corresponde, en su justo lugar, sin dejarla ocupar demasiado espacio, aunque me cueste...y sin sombras.
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