Hace una semana que falleció en accidente de tráfico, Pablo, nuestro niño dulce, el hijo de nuestros queridos amigos: Paloma y Óscar, a los que llevamos constantemente en el corazón.
A duras penas salimos del estupor ante lo que no somos capaces de nombrar, porque no existe. Nuestra bella lengua, tan hábil para resolver todos los conflictos, no tiene una palabra para definir a la persona que pierde un hijo, al padre, a la madre que pierde un hijo, una hija... Es tan inconmensurable la medida del dolor que conlleva esta pérdida, que no existe una palabra que pueda contenerla. Sí para la viudez, o para la orfandad. No para esto.
Escribimos en EDqTC sobre "esto que no tiene nombre", como lo llama Piedad Bonnet, simplemente desde el dolor que imaginamos. Porque nosotras, las madres dulces, guardianas de los templos sagrados en los que se convierten nuestros hijos e hijas con diabetes, sabemos bien de pérdidas y de miedos. Pero de este miedo que abrigamos siempre en el corazón, de este dolor, de esta pérdida imponderable, no podemospronunciarnos más que con nuestra empatía maternal, nuestra solidaridad y nuestra esperanza.
Tras una semana de inmensa tristeza, en la que nuestros amigos han habitado noche y día en nuestro corazón, y una vez que hemos podido afrontar el espanto de la noticia, solo podemos acompañar desde aquí su dolor. Porque eso sí tiene palabras en nuestra lengua, aunque ya no las usemos: " Te acompaño el sentimiento".
Escribimos en EDqTC sobre "esto que no tiene nombre", como lo llama Piedad Bonnet, simplemente desde el dolor que imaginamos. Porque nosotras, las madres dulces, guardianas de los templos sagrados en los que se convierten nuestros hijos e hijas con diabetes, sabemos bien de pérdidas y de miedos. Pero de este miedo que abrigamos siempre en el corazón, de este dolor, de esta pérdida imponderable, no podemos